En esta ocasión, aprovechando la excusa de una nueva proyección del ciclo de películas de los Jueves en el Teatrino, voy a escribir un poco sobre lo que me ha sucedido y no sobre la película. Es extraño que termine con un grado de felicidad incomprensible luego de una discusión telefónica en la cual me dijeron cosas terribles. Normalmente, ante una multitud de insultos, ante una procesión de agravios, ante tamaña sarta de improperios y ante tanta saña retenida -al parecer- uno al menos se siente vapuleado, cuando no al menos atormentado. Lo más probable es que se enoje y continúe con otra batahola interminable de imprecaciones que responden la agresión, o intentan ensayar una defensa. Claro está, para esto hay que tener algo de lo cual desahogarse, justamente es necesario sentir una opresión tan profunda que nos lleve inevitablemente a volcar todo eso allí retenido, aunque no lo supiéramos. Pero el supuesto, que creemos verdad y hasta damos por sentado, es que algo hay para ser s
¿Por qué animarse a ser diferente? ¿Por qué no quedarnos en la comodidad de lo que hacen todos? ¿Para qué correr el riesgo? Este es un blog muy particular para mí, porque me llevó a forzar la publicación de cuestiones muy profundas y muy mías, pero que a su vez también lo son para los demás. ¿Contradicción? Para nada, simple paradoja de la vida.