Cerrar un círculo, como una cuenta pendiente.
Como el último paso.
Como el instante final del espectáculo, ese que vemos venir mientras disfrutamos extasiados en el apogeo de las sensaciones aunque deseemos retrasar su llegada, tan inexorable como el tiempo.
Hace ya tiempo que fue mi inspiración, cuando iniciaba ese loco recorrido musical de la mano de Refugio que justamente allí, de la mano de Leandro, comenzaría a llevar ese nombre.
En ese momento tan fugaz como etéreo, tan fantásticamente genuino, donde nos movíamos tan libres y tan presos de la música, la misma que ahora me retiene tras el Viejo Mercado.
Esta locura tan bella de expresarnos mediante sonidos que a su vez nos hacen vibrar invadiéndonos de emociones, ese fuego que se enciende con tanto combustible que llevamos dentro, hábidos de complacer al piromaníaco deseo de arder pese al temor de quemarnos indefinidamente, o definitivamente.
Pero, en fin, yo simplemente quise agradecer por tanto fuego, es como un precepto moral, no más que eso, una necesidad imperiosa y bella, desinteresada o mejor dicho, con todo el interés de seguir replicando tanta belleza.
Cuando gracias a Julio y su desencarnada, visceral actuación como aquel golpeado, frustrado y humillado hampón, aquel pobre hombre que tras su paso por el infierno sólo desea regresar a su tesoro más querido, su bella mujer y su tierna hija, sus dos e infinitas razones para seguir adelante, vivo, hombre aún, con su anhelo de vida juntos, ese mandato familiar que se torna simple amor. Hogar, más que institución social, su refugio entre tanto mal, entre tanta violencia y tanto buscar sin hallar mas que muerte.
Fue gracias a Leandro que tuvo la posibilidad de volverse canción más que poesía, pero ese afán de tomar lapicera y papel, este afán que hoy me lleva a escribir chorros de tinta y rayar este simple anotador que es testigo veterano ya de mis arranques de inspiración, pero más aún testigo paciente en soledad de tantas tardes, tantas mañanas en silencio, allí aguardando otra vez por la acción y la entrometida y hasta caprichosa arremetida de la tinta que parece a veces acariciarlo, pero casi siempre lo lleva a borbotones como una pobre gota fluyendo a través de ese bolígrafo, salvo cuando se encapricha obstinado en declararse en huelga repentina, la cual deshago furibundo arremetiendo contra el papel dando febriles vueltas, trazando profundas rayas hasta lograr arrancarle su entonces preciosa savia.
Ahora el tiempo parece querer decir lo suyo, aunque sea tímidamente, gota a gota, contrastando con las furiosas ráfagas de notas que nos asaltan desde el escenario, como descolgándose de los techos. La pausa de ambos me cae como una especie de tregua, tan efímera como las de Medio Oriente.
Todavía no puedo frenar este impulso de azotar una y otra vez las hojas, de garabatear como siempre hasta los bordes mismos de la libretita. Ja, que ni eso es, mas bien uno de esos memos para pegar en la compu o el escritorio, quizás lo trate de pegar en mi endeble memoria o por las dudas lo grabo en lo que tengo a mano antes que se fugue sin siquiera dejarse ver ni despedirse.
Esos encuentros, que trataban de ser metódicos y rutinarios, terminaban en ese caos y ese torbellino de soltarnos sin proponérnoslo, como si de catarsis se tratara, capaz que esoera lo que nos bastaba, juntarnos a ser nosotros mismos y otro a la vez o algo más complejo que no llegamos a comprender y eso es lo fascinante. Si me pregunto qué extraño de esa época o de la banda siempre termino en esto, que no me guardé y se los dije en su momento a los chicos: me alcanza con los ensayos porque en ellos soy feliz. No necesité presentaciones más que para afirmar esto y también para entender que ese estado de frenesí y de súbita inspiración, tan simple como la ocurrencia de la vecina de regar las plantas de noche y tan auténtica por nuestra inconsciencia de lo que eso pudiera ser, un momento genuino compartido desde nuestro ser.
Ahora quisiera agradecerles también a los chicos y a todos los que nos cruzamos en este gran laberinto expresivo de los sonidos, esta gran Babilonia a la que no sé si podré descifrar- ni se si querré hacerlo.
Pero el haber podido escribir versos desde mi lugar, desde quien soy o quien decido ser, desde el lugar que me toca o el que pueda elegir es como un enorme privilegio, hasta me parece demasiado.
¿Qué lugar puede quedar para cualquier otra búsqueda cuando he hallado la forma de expresar mi felicidad?
¿Cómo no darle el valor que se merece en un mundo acostumbrado a perder lo que más quiere?
Por eso hoy te digo gracias Julio, como le dije a Leandro y a los chicos, como le digo a Mauri, como le dijea cada persona importante en mi vida desde que tuve la consciencia para poder hacerlo.
Como afortunadamente pude hacer con mis padres en vida.
¡Qué privilegio, cuanto por seguir agradeciendo!
Por eso hoy te vengo a ver Julio, para darte las gracias, para confiarte en un par de segundos el impacto de un pedazo de tu obra en mis sentimientos. Para devolverte todo el amor que recibí en aquel entonces y que quiero seguir reproduciendo.
Porque es quizás mi forma de amar o porque simplemente así lo siento.
Gracias y hasta siempre.
Como el último paso.
Como el instante final del espectáculo, ese que vemos venir mientras disfrutamos extasiados en el apogeo de las sensaciones aunque deseemos retrasar su llegada, tan inexorable como el tiempo.
Hace ya tiempo que fue mi inspiración, cuando iniciaba ese loco recorrido musical de la mano de Refugio que justamente allí, de la mano de Leandro, comenzaría a llevar ese nombre.
En ese momento tan fugaz como etéreo, tan fantásticamente genuino, donde nos movíamos tan libres y tan presos de la música, la misma que ahora me retiene tras el Viejo Mercado.
Esta locura tan bella de expresarnos mediante sonidos que a su vez nos hacen vibrar invadiéndonos de emociones, ese fuego que se enciende con tanto combustible que llevamos dentro, hábidos de complacer al piromaníaco deseo de arder pese al temor de quemarnos indefinidamente, o definitivamente.
Pero, en fin, yo simplemente quise agradecer por tanto fuego, es como un precepto moral, no más que eso, una necesidad imperiosa y bella, desinteresada o mejor dicho, con todo el interés de seguir replicando tanta belleza.
Cuando gracias a Julio y su desencarnada, visceral actuación como aquel golpeado, frustrado y humillado hampón, aquel pobre hombre que tras su paso por el infierno sólo desea regresar a su tesoro más querido, su bella mujer y su tierna hija, sus dos e infinitas razones para seguir adelante, vivo, hombre aún, con su anhelo de vida juntos, ese mandato familiar que se torna simple amor. Hogar, más que institución social, su refugio entre tanto mal, entre tanta violencia y tanto buscar sin hallar mas que muerte.
Fue gracias a Leandro que tuvo la posibilidad de volverse canción más que poesía, pero ese afán de tomar lapicera y papel, este afán que hoy me lleva a escribir chorros de tinta y rayar este simple anotador que es testigo veterano ya de mis arranques de inspiración, pero más aún testigo paciente en soledad de tantas tardes, tantas mañanas en silencio, allí aguardando otra vez por la acción y la entrometida y hasta caprichosa arremetida de la tinta que parece a veces acariciarlo, pero casi siempre lo lleva a borbotones como una pobre gota fluyendo a través de ese bolígrafo, salvo cuando se encapricha obstinado en declararse en huelga repentina, la cual deshago furibundo arremetiendo contra el papel dando febriles vueltas, trazando profundas rayas hasta lograr arrancarle su entonces preciosa savia.
Ahora el tiempo parece querer decir lo suyo, aunque sea tímidamente, gota a gota, contrastando con las furiosas ráfagas de notas que nos asaltan desde el escenario, como descolgándose de los techos. La pausa de ambos me cae como una especie de tregua, tan efímera como las de Medio Oriente.
Todavía no puedo frenar este impulso de azotar una y otra vez las hojas, de garabatear como siempre hasta los bordes mismos de la libretita. Ja, que ni eso es, mas bien uno de esos memos para pegar en la compu o el escritorio, quizás lo trate de pegar en mi endeble memoria o por las dudas lo grabo en lo que tengo a mano antes que se fugue sin siquiera dejarse ver ni despedirse.
Esos encuentros, que trataban de ser metódicos y rutinarios, terminaban en ese caos y ese torbellino de soltarnos sin proponérnoslo, como si de catarsis se tratara, capaz que esoera lo que nos bastaba, juntarnos a ser nosotros mismos y otro a la vez o algo más complejo que no llegamos a comprender y eso es lo fascinante. Si me pregunto qué extraño de esa época o de la banda siempre termino en esto, que no me guardé y se los dije en su momento a los chicos: me alcanza con los ensayos porque en ellos soy feliz. No necesité presentaciones más que para afirmar esto y también para entender que ese estado de frenesí y de súbita inspiración, tan simple como la ocurrencia de la vecina de regar las plantas de noche y tan auténtica por nuestra inconsciencia de lo que eso pudiera ser, un momento genuino compartido desde nuestro ser.
Ahora quisiera agradecerles también a los chicos y a todos los que nos cruzamos en este gran laberinto expresivo de los sonidos, esta gran Babilonia a la que no sé si podré descifrar- ni se si querré hacerlo.
Pero el haber podido escribir versos desde mi lugar, desde quien soy o quien decido ser, desde el lugar que me toca o el que pueda elegir es como un enorme privilegio, hasta me parece demasiado.
¿Qué lugar puede quedar para cualquier otra búsqueda cuando he hallado la forma de expresar mi felicidad?
¿Cómo no darle el valor que se merece en un mundo acostumbrado a perder lo que más quiere?
Por eso hoy te digo gracias Julio, como le dije a Leandro y a los chicos, como le digo a Mauri, como le dijea cada persona importante en mi vida desde que tuve la consciencia para poder hacerlo.
Como afortunadamente pude hacer con mis padres en vida.
¡Qué privilegio, cuanto por seguir agradeciendo!
Por eso hoy te vengo a ver Julio, para darte las gracias, para confiarte en un par de segundos el impacto de un pedazo de tu obra en mis sentimientos. Para devolverte todo el amor que recibí en aquel entonces y que quiero seguir reproduciendo.
Porque es quizás mi forma de amar o porque simplemente así lo siento.
Gracias y hasta siempre.
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