En el artículo anterior acerca del intento de magnicidio mencioné someramente algunos acontecimientos y conceptos que me gustaría desarrollar. Nuevamente el contexto actual nos sitúa en una encrucijada, no solo a nivel nacional sino también regional. Argentina es hoy el único país de Sudamérica que habiendo integrado el Mercosur no ha tenido nunca un gobierno de izquierda o de una alianza donde la izquierda tenga un peso importante. Esto no es poca cosa, más teniendo en cuenta el rol crucial que ha desempeñado en el desarrollo del Mercosur y en el planteo de una integración sudamericana que posibilite el desarrollo de la región y el posicionarse definitivamente en el mundo. Basta observar lo que viene sucediendo en las últimas décadas para comprender la urgencia de conformar estas alianzas estratégicas claves para poder plantarse frente a EEUU y su intento de dominación de la política mundial. Pero esto va más allá de la geopolítica, pues tiene consecuencias económicas que nos afectan directamente. El ejemplo de los tratados de libre comercio bilaterales llevados a cabo por los EEUU y sus desastrosas consecuencias para los otros países involucrados (caso paradigmático el de México) frente al desarrollo logrado a partir de los convenios multilaterales llevados adelante como integrantes del Mercosur dan cuenta de la necesidad imperiosa de unidad en un organismo multilateral supranacional que nos permita plantarnos mejor de cara al mundo. Abundan ejemplos de su buen resultado, la CEE que luego devino en la UE, pero también grupos como la OPEP o el BRICS demuestran que es mejor plantar cara en grupo que individualmente. Se viene un orden mundial justamente caracterizado por su multipolaridad frente a la unipolaridad pretendida por EEUU y sus acólitos, y nosotros no podemos permanecer ajeno a ello.
En Sudamérica hay una diversidad política interesante, pero podemos distinguir entre fuerzas políticas que defienden la continuidad de la unipolaridad yanqui y la relación tanto estrecha como dependiente con el objetivo de un supuesto desarrollo económico que nunca se concreta, por un lado, y las fuerzas políticas que entienden esta necesidad estratégica y abogan por una integración superadora incluso al Mercosur. En este sentido, la disparidad entre Brasil y el resto es notoria, por lo cual exige de acuerdos internos previos que permitan los desarrollos regionales y que no pasemos a ser simples dependencias brasileras. Aún más importante es la integración social y cultural, la cual todavía necesita de mucha atención tanto por la diversidad como por la variedad de necesidades. Es un tremendo desafío que nos involucra tanto a las generaciones actuales como a las venideras y que no puede quedarse como simple expresión de deseo ni como meros acuerdos comerciales.
La desintegración producto del cambio de rumbo intencional producido por los gobiernos de derecha ha ocasionado un retroceso muy grande y trajo aparejado múltiples crisis en nuestros países. En la actualidad se han planteado alianzas estratégicas en sectores claves como la energía con empresas transnacionales cuando anteriormente se acordaba entre las empresas nacionales. Las privatizaciones realizadas en varios países han socavado relaciones estratégicas que nos hubieran asegurado la soberanía energética y ayudado a la necesaria transición hacia energías renovables y sustentables. En la Argentina se celebra tristemente la explotación mediante el método de fracking de Vaca Muerta, aún presentada como una panacea por un gobierno supuestamente progresista. Necesitamos una planificación estratégica a nivel regional para poder desarrollar energía de forma sustentable y de hecho la Argentina es uno de los países que puede hacerlo. Sin embargo, seguimos atados a la dependencia de los combustibles fósiles y ni siquiera hay un planteo de transición más allá de Vaca Muerta, una vergüenza.
La distribución del ingreso en los países donde volvió a ganar la derecha volvió a inclinarse hacia los más ricos sin excepciones, lo cual ya en varios países ha conducido a manifestaciones y a movimientos que están decantando por gobiernos donde la izquierda juega un papel importante. Eso sí, nada de esto sucede por sí solo, en cada lugar se viene luchando incesantemente una batalla cultural contra este modelo dictatorial que pregona la antipolítica y el discurso único bajo el dictamen del mercado. En nuestro país los sectores populares aún persisten bajo el fenómeno del personalismo que se autoproclama como más o menos benefactor en el caso de las distintas variantes del peronismo, en el caso de la alianza JxC y especialmente del PRO como liberales aunque en la práctica defienden un capitalismo conservador que no está lejos de la propuesta económica de los sectores más funestos. Por el contrario, las distintas expresiones políticas que se consideran de izquierda intentan aglutinar ciertas vanguardias como el movimiento LGBTQ+ o el feminismo y en su mayoría se contraponen a las figuras personalistas mediante el desarrollo de una propuesta programática y de una estructura organizativa. En el marco de la antipolítica y el corrimiento de la agenda hacia la derecha, la izquierda ha logrado impulsar no solo a los movimientos mencionados sino también se ha constituido en la defensora de la lucha obrera y gran parte de los desocupados, pese a no lograr traducir esta vanguardia en votos. Las distintas expresiones del peronismo aún continuan dirigiendo las principales centrales obreras, aunque se viene observando un importante desgaste en la relación de sus cúpulas y sus agremiados. Algo similar ocurre con la afinidad, afiliación y militancia política: el Frente de Todos es más una alianza táctica para derrotar a Macri que una organización política en sí misma. En este sentido, se plantea una oportunidad para la izquierda de poder reconfigurar sus alianzas para convertirse a futuro en un candidato serio a disputar el poder. Sin embargo, además de los propios problemas de sectarismos y ortodoxia, debe enfrentarse a un descomunal despliegue de fuerzas más allá de las políticas, pues constituye el único adversario real de esta dictadura de mercado y por ello es atacada por todos los medios. No hay grieta en esto, pues quienes se disputan el poder político ni siquiera plantean realmente enfrentarse al poder. Por eso es tan necesario una reconfiguración de fuerzas que permita enfrentar a esa dictadura de mercado para justamente poner en marcha la planificación estratégica que necesitamos tanto a nivel interno como regional y externo.
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