El concepto de democracia como una forma de gobierno donde el poder reside en el pueblo se confunde intencionalmente con el de populismo, es decir, relacionarlo con la cantidad y la mayoría. Entonces, en este modelo impulsado desde los EEUU, no importa si el poder lo tiene el pueblo sino lograr obtener el apoyo de la mayoría para después imponerse políticamente.
En principio la popularidad, lo popular tiene una cara positiva donde se valora lo que es compartido por la mayoría, que suele confundirse con el pueblo. Es cierto que lo que se asocia con el concepto de pueblo, incluso con conceptos más cercanos a Marx como la clase obrera o el proletariado, son los sectores mayoritarios de la sociedad.
Ahora bien, no es automática la relación con el poder, de hecho el acto mismo electoral no representa el verdadero ejercicio de poder sino que lo limita y lo reduce a su mínima expresión cuando disponemos de los medios para poder expresarnos constantemente y no solamente en las elecciones. El poder real, de hecho, está más ligado que nunca al poder financiero, con lo cual en la práctica estamos sometidos a una dictadura capitalista por parte de ese poder financiero.
La Argentina en particular, a partir del acuerdo con el FMI desde Mauricio Macri, retoma la línea de subyugación a la Reserva Federal de EEUU y el establishment financiero que representa, con lo cual hay nuevamente una pérdida de soberanía, lo que significa una pérdida de poder popular y por ende una pérdida de democracia.
La importancia de los medios masivos de comunicación, concentrados en manos de pulpos económicos como grupo Clarín, grupo América, Paramount Network Americas, etc muestra otra pérdida de soberanía desde que Mauricio Macri frenara la implementación de la Ley de Medios Audiovisuales, nuevamente otra pérdida de democracia. https://argentina.mom-gmr.org/es/propietarios/grupos-mediaticos/
El sostenimiento de un sistema regresivo de impuestos que en la práctica le cuesta más a las clases populares pero que permite deducir a las clases privilegiadas reduce el poder adquisitivo de los más pobres y aumenta el de los más ricos, aumentando la brecha y disminuyendo así la democracia.
Cuando se opera contra las minorías desfavorecidas también se está operando contra la democracia. Si los jubilados, niños, discapacitados o diversidades de género (como ejemplos no exhautivos) son perjudicados en sus derechos básicos, por más que sean un sector minoritario (por lo tanto no popular) se está atentando contra ese principio de poder en el pueblo y por lo tanto contra la democracia.
Entonces, hay un retroceso democrático porque nos quedamos en discursos falaces como el electoralismo, el populismo o la defensa de conceptos abstractos pero no de su aplicación en nuestra realidad como libertad, justicia, patria y un largo etcétera.
La democracia nos interpela socialmente como ciudadanos y su mayor expresión no es la emisión del voto sino cómo llevamos adelante esa ciudadanía en nuestra vida cotidiana. Al despreciar lo público y sobrevalorar la propiedad privada, tal como propone este modelo capitalista, se ataca directamente a la democracia pues ésta requiere de valorar tanto lo público como lo privado y más aún de promover lo que empodere al pueblo, a la ciudadanía, por sobre otras organizaciones. El capitalismo en su afán de lucrar atenta contra la ciudadanía y por ende contra la democracia, no tiene convivencia posible.
De hecho, las sociedades capitalistas que implementan o intentan implementar políticas que promuevan la democracia son atacadas por el establishment y tildadas de populistas e incluso de autoritarias por parte de grupos de derecha y no es casualidad que en algunas de esas sociedades se hayan perpetrado atentados terroristas magnicidas. Casos emblemáticos como Lincoln o JFK en EEUU, Olof Palme en Suecia, por citar ejemplos, muestran que atentar contra líderes populares no es novedad ni mucho menos que los perpetradores reivindiquen la violencia como única salida a lo que consideran una situación intolerable.
En el caso de Argentina hay una asociación muy fuerte entre la violencia aplicada sobre clases populares por parte de fuerzas armadas y los sectores que actualmente promueven la acción violenta. Por eso es importante identificar y denunciar el carácter antidemocrático de esas expresiones. La condena judicial no basta, es necesario un repudio social generalizado si realmente los argentinos queremos recuperar la democracia.
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