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elecciones

Por estos tiempos de nuevas tecnologías y redes sociales nos vemos inundados de mensajes acerca de las elecciones y por un breve tiempo se agitan las turbias aguas de la política oficial. Sí, digo política oficial porque al parecer se ha institucionalizado una forma de hacer política a través de los partidos tradicionales y de otros nuevos pero con viejos conocidos aún más conservadores que los integrantes de aquéllos. Al parecer el mensaje oficial nos trata de convencer que la elección se reduce a dos o tres candidatos y que el resto aparecen como simples figurantes, como si de una obra teatral o fílmica se tratara. En el imperio de las apariencias nos volcamos en uno u otro sentido, aunque más allá de las chicanas los candidatos se parezcan demasiado. Un verdadero síntoma de que esto toma un estado putrefacto y del cual cada vez más nos empezamos a hartar y a romper el silencio.

En primer lugar, creer que uno realmente elige cuando lo hace en semejantes condiciones, bombardeado constantemente por los grandes medios que, entre chicana y chicana, van metiendo los temas de agenda para el próximo gobierno que más les conviene, como por ejemplo la devaluación o el ajuste. Hoy al ir a votar crucé a un grupo de personas que iban charlando y una señora humilde iba repitiendo, en el mismo tono monocorde de los medios, sobre la necesidad de devaluar. ¡La necesidad de devaluar! Al punto que puede llegar el lavado de cerebro que consiguen los medios, escuchar a trabajadores defendiendo la devaluación y el ajuste, justamente aquello que más los va a perjudicar, pues esto significa lisa y llanamente la pérdida de poder adquisitivo y la profundización de la pobreza y la marginalidad, por no decir de la reducción drástica del consumo y el inmediato aumento del desempleo. También es la vuelta al modelo de endeudamiento, porque la única excusa de aplicar semejantes medidas antipopulares es cumplir los requisitos del capitalismo para obtener crédito, así de simple. No hace falta ser economista para saber esto, es lo que venimos viviendo desde hace décadas y sólo requiere de algo de memoria y consciencia.
Ahora bien, podemos reducir esto a una simple cuestión política y a las relaciones de poder y quedaría muy lindo. Pero como el conformismo no es lo mío, yo me pregunto qué los lleva a elegir ese camino, si es una simple resignación, como una recapitulación ante los poderosos o si es parte de algo más.

Por otro lado, hay síntomas sociales que son tanto o más alarmantes. Me basta con salir a la calle en bicicleta, por ejemplo, y asistir a una verdadera odisea donde termino jugándome el pellejo. Los signos de la violencia están presentes por doquier, cada vez más frecuentes. Autos que pasan a otros  mientras vos circulás por el carril contrario, o sea, que te "tiran el auto encima", los de tu mismo carril que te pasan raspando a pesar que viene otro auto de frente, o se te cruzan para doblar cuando vas llegando a la esquina a pesar que vos seguís derecho, autos parados en doble o triple fila, todo esto mientras van hablando por celular; peatones que se le cruzan a los autos a pesar de tener el semáforo en rojo, motociclistas que se meten por cualquier lado haciendo maniobras peligrosas (incluso practicando motocross en plena ciudad) o personas que te ven venir y te abren igual la puerta del lado de la calle. Esto no es casual, ni puede tomarse como una cuestión menor, sin importancia, porque pasa absolutamente todos los días. Prácticamente se ha naturalizado. Es la naturalización de la violencia. Soy de los que creen, cada vez más convencido, que uno se muestra como es en la calle, en el tránsito. Es un ejemplo excelente de cómo nos conducimos por la vida. Lamento decir que es preocupante cómo conciben su forma de relacionarse estas personas, llevándose el mundo por delante, sin más respeto por el otro que el que me pueda imponer. Es la vuelta a la ley de la selva, nada menos. Esta es la misma gente a la que les molesta que la controlen, esgrimiendo como excusa el maltrato de algún oficial de tránsito, mientras ellos maltratan a diario a cuanta persona se cruce en su camino. Son la muestra más cabal de una sociedad hipócrita, ignorante y muy mal educada, a la cual sólo le cabe una sola cosa: la imposición de límites. En este caso, a través de los odiados controles. Para desgracia mía y de los pocos que respetamos a los demás transeúntes sin necesidad de que papá EDECOM o papá policia nos estén controlando, esto es inevitable. No basta con mayor educación, lo cual propone un cambio de fondo, también necesitamos obligar a quienes no quieran entender la necesidad de una mejor conducta vial a respetar a los demás. Fíjense que en ningún momento menciono el uso del cinturón o del casco ¿por qué? porque son elementos de seguridad personal, es decir, que te pueden ayudar a vos mismo. Una persona que no lleva casco o el cinturón puesto no pone en riesgo por este sólo hecho la vida de los demás. Sin embargo, los mayores controles se aplican a estos casos. Claro, a las empresas aseguradoras les interesa sobremanera para evitar pagar más. Sin embargo, en la mayoría de los mal llamados accidentes de tránsito fatales estuvo presente la negligencia de los conductores. Es una consecuencia directa de nuestro comportamiento en el tránsito.

Otro caso también llamativo es el aumento de muertes por ACV y Cáncer. Sobre los problemas de salud asociados a los malos hábitos alimenticios, de descanso, al estrés y demás factores he escrito en varias oportunidades y es un tema ya instalado en todos los medios. Sin embargo, a diario veo que las conductas de las personas distan mucho de un intento por mejorar su salud, repitiendo una y otra vez conductas muy perniciosas. Una muy básica y deplorable es el culto al exceso. En un momento donde se tornan evidentes las consecuencias funestas de nuestros excesos como especie humana en todos los órdenes se torna indefendible este tipo de conducta, donde todo lo considerado placentero debe consumirse a más no poder, en un gesto hedonista que ni un recién nacido desarrolla hasta ser "educado". Como decíamos con un amigo, nada saludable hay que pueda repetirse o consumirse hasta el hartazgo, uno no puede comer asado todos los días o vivir teniendo sexo continuamente porque lo disfrute. Es evidente que el abuso no trae nada bueno y sin embargo en la práctica vemos aplicarlo tanto con los vicios como con los alimentos e incluso con las actitudes o conductas nocivas. Celebramos rituales para regodearnos de ello y continuar con la validación social de esas conductas, es realmente lamentable. Me da la impresión de estar frente a niños caprichosos con la gravedad de no tener alguien que te recuerde el límite. Esto me recuerda que después esos adultos son padres de niños que necesitan de límites y que evidentemente carecen de autoridad para señalárselos.

En definitiva, estamos ante la presencia de una gran parte de la sociedad servil, caprichosa y violenta que propone una regresión a órdenes culturales inferiores, en todo sentido, y que cada vez más va ganando presencia. Como a un niño de similares características, es evidente la facilidad con que puede torcerse su voluntad a través de la coherción del poder y la manipulación de sus deseos. ¿Dónde queda el lugar para las elecciones? ¿Realmente podemos hablar de auténticas elecciones en tales condiciones?

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