"Una clase universitaria o de posgrado, requiere concentración, no es dada por la diversión o el pensamiento ligero. La complejidad de las ideas apela a que tu mente haga un esfuerzo en relacionarlas. El recreo de la exposición teórica, la alegría de las conceptos, el divertimento de postulados teóricos, el chiste de las teorías socio-históricas de la educación no existe."
Voy más allá y agrego que en una realidad donde, con la eliminación de la repitencia, nos llegaron ¡18 analfabetos! a primer año de una escuela técnica en barrio Alberdi, Río Cuarto, Córdoba y el caradura del gobernador Llaryora diciéndonos a los docentes presentes en la entrega de notebooks que somos los mejores según las Aprender 2024, pidiendo incluso que nos aplaudamos (insisto, maestras de primaria presentes, desde donde provienen esos analfabetos) y después creemos que los únicos fuera de la realidad son los del gobierno nacional.
Hay que superar el idealismo y partir de la realidad concreta, partir de las condiciones materiales, sino son siempre discursos bonitos en el vacío o en el mejor de los casos, un relato de experiencias aisladas que se proponen generalizar sin tener en cuenta la realidad que se vive en cada comunidad educativa.
No asumir el fracaso de los nuevos Regímenes Educativos y la No Repitencia en primaria, que hoy permite llegar al secundario a analfabetos, que atravesaron 6 (seis) años y no aprendieron a leer, que solamente copian de la pizarra, es negar una vez más la realidad y hacerle el juego a estos gobiernos que hace décadas vienen arruinando el sistema educativo en vez de mejorarlo. Ya no pueden sostener que lograron extender la secundaria, pues lo que hacen en la práctica es obligar a los adolescentes y jóvenes a pasar 12 ó 13 años por diferentes establecimientos educativos y en caso de abandono del secundario, terminarlo mediante un programa luego del cual el nivel es paupérrimo.
Peor aún, obligan a escuelas técnicas como la nuestra, con convenios para emitir títulos de Maestro Mayor de Obras, a egresar estudiantes que no comprenden conceptos básicos matemáticos y difícilmente puedan hacerse cargo de una obra, incluso con la posibilidad de firmar obras de gas, con el peligro que eso significa y la contradicción frente a los que aprobamos el curso brindado por la propia Asociación de Gasistas Matriculados donde se pone especial énfasis en la responsabilidad y el profesionalismo o ahora lo propio con la nueva matriculación de Electricistas. Como dice un excelente profesor de estas escuelas, nos salva el hecho que esos chicos no ejercen porque no se animan, pero podrían hacerlo legalmente. Es demencial sostener hasta el paroxismo la cuestión inclusiva sin un diagnóstico riguroso, realista y profesional, al nivel del excelente trabajo que se viene haciendo con otras instituciones, como por ejemplo aquí en Río Cuarto con personas con Síndrome de Down, lo cual debería ser el ejemplo a seguir para una verdadera inclusión.
El gobierno provincial, primero con Schiaretti y ahora con Llaryora, simplemente utilizó como excusa a la inclusión y a la problemática que rodea a distintas discapacidades o capacidades diferentes (que no es lo mismo y que abarca un espectro demasiado amplio como para abarcarlo mediante un solo término) para hacer un nuevo ajuste en el sistema educativo, donde ahora mediante la figura de la D.A.I. explotan laboralmente a profesionales para atender la diversidad en varias instituciones a la vez, cuando en realidad deberíamos contar con un gabinete de profesionales en cada institución pública. Donde además se discrimina a quien acude a una D.A.I. privada pues no existe un nexo adecuado entre ambas y en la práctica ese profesional privado se encuentra en similares circunstancias, recargando de tareas al cargo de Coordinador de Cursos y a los propios docentes.
Las propuestas de las últimas décadas lo único que hicieron es desautorizar al docente y recargarlo de tareas extraescolares, la mayoría burocráticas, y por el mismo sueldo. Lo que se dice una explotación laboral en toda regla. Mientras que a la vez se le busca de FACILITAR (las mayúsculas para resaltar como parte del discurso oficial) las obligaciones al estudiantado (que lo que menos hace es estudiar) que en la vida real (la que ignoran campantemente en estos discursos) se tradujo en no estudiar porque "total apruebo igual". Ignorar algo tan natural como la ley del menor esfuerzo, algo que aplican no solo los animales sino cualquiera de nosotros y que, si no se desarticula y se reflexiona socialmente, nos está llevando al colapso.
Pretender que un niño aprenda solo, "naturalmente", es ignorar cabalmente lo que significa ser humano. Que detrás de cada aprendizaje no hay una simple motivación sino una suerte de obligación que tensiona frente al deseo y a las motivaciones, y que cuanto más explícito sea eso que me obliga, cuanto más se evidencie como necesidad más que como orden, cuanto más se vuelva un consenso social más probabilidades de constituirse en aprendizaje genuino. Como fue en su momento el hecho de reconocer la importancia de estudiar hasta su destrucción en la década de los noventa.
Los noventa refleja un cambio de época, cuando se impuso ese discurso de rebeldía sin causa frente a la escuela y se idealizó a la juventud como el deseo de todos de mantenerse eternamente joven, reducida frívolamente a una mera cuestión de imagen, algo que deberíamos preguntarnos si no vuelve a presentarse bajo nuevas formas a través de las redes (anti)sociales.
La revolución educativa no tiene sentido sin una revolución social, es una quimera, una entelequia que estos gobiernos liberales supieron y saben manipular a la perfección para sus propios intereses. Es decir, aunque tengan la mejor intención, pecan de idealismo y son funcionales al poder dominante, por lo tanto no solamente no son revolucionarios sino conservadores.
Hay que "pensar fuera de la caja". La solución no puede partir de la "educación" (formación) pues no es la principal rectora de nuestra vida social y porque tampoco con la formación "se come", "se sana", "se educa", etc.
Se EDUCA en el hogar, en el entorno de familiaridad y la Educación es una cuestión de PODER.
"Usted no es mi papá para decirme qué hacer", lo dicen estudiantes y tienen razón en parte, pues como docente no tenemos autoridad sobre ellos, nos la quitaron hace rato, nos convirtieron en meros cuidadores lo cual, al menos en mi caso, nos hace repensar este rol y buscar alternativas ya que no todos los docentes (me incluyo) aceptamos un rol de cuidador sino que, a un nivel secundario, pretendemos cumplir un rol más específico como formadores.
Allí estriba una contradicción notable entre esa desautorización tanto social como legal y política, por un lado, frente al nuevo rol de cuidador, que exige otra responsabilidad mayor y por lo tanto, una mayor autoridad, un mayor poder.
Pero esta contradicción estalla desde lo social porque estamos en una sociedad que por décadas viene despreciando a las profesiones y trabajos relacionados con cuidados, hoy tremendamente explotados y mal pagos, y quedó en evidencia durante la pandemia. Los gobiernos liberales (incluso los disfrazados de "progres" como Kicillof o Lllaryora) pretenden reducirnos a niñeros mal pagos que aseguren el TRÁNSITO por las instituciones educativas para evitar que queden en la calle, que caigan en la delincuencia. Es una política tremendamente derrotista, allí no hay nada de revolucionario sino todo lo contrario. Se trata de CONTENER el ESTALLIDO SOCIAL que los derrumbe definitivamente del poder.
La intelectualidad progresista no tiene nada que ofrecer que no sea funcional al sistema. Lo único que hacen es envolvernos mediante frases elocuentes, palabras bonitas y mucha, mucha masturbación intelectual para en la práctica no hacer nada que contradiga al poder, para que seamos ESCLAVOS SUMISOS del PODER. De allí que la infortunada frase de Juan Grabois no es ninguna casualidad ni "se pasó tres pueblos", están convencidos de cuál es el rol que nos quieren endilgar a los docentes.
Una verdadera revolución se hace desde abajo y de hecho hay mucho cuestionamiento y efervescencia entre los docentes y entre gran parte de la sociedad que NO SE RESIGNA a someterse al CAPITAL en su verdadera cara actual. Hoy más que nunca queda en evidencia que el sistema educativo es una parte de un entramado mayor tanto desde lo social como desde lo político y que por lo tanto es en ese contexto donde debe buscarse los cambios. No tiene ningún sentido plantearse ninguna revolución con una realidad social como la actual y menos aún con la estructura política y de poder actual. En todo caso, si pretenden de verdad una revolución es hacia allí que debemos apuntar, no al propio ámbito educativo.
Sin ir más lejos, en el propio ámbito educativo el plantearse si un sistema educativo debe seguir siendo corporativista, donde se bajan órdenes de mando desde arriba hacia abajo como es en la actualidad, o debe democratizarse. Sin un cuestionamiento de la propia estructura del sistema educativo no hay ninguna revolución, hay una profundización de esta destrucción educativa llevada a cabo en muchos casos por gobiernos "progresistas".
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