Cuando todo está patas arriba, hay que animarse a darlo vuelta otra vez: "a la universidad se va a estudiar"
"A la universidad se va a hacer política, no a estudiar" (muro de Facebook)
Es
desestructurante y contra el sentido común. A la universidad uno puede
ir, entre otras intencionalidades manifiestas u ocultas, a estudiar.
Pero es interesante que ese ir, es en realidad un "estar yendo", un
proceso que dura años y durante el cual transcurren un sínnumero de
situaciones y circunstancias, "pasa mucha agua bajo el río".
Pero,
detengámosnos a ver detenidamente en esos ingresantes, esos supuestos
estudiantes de primer año. Puedo citar a más de una docena que iban
principalmente a jugar al metegol del Pabellón 1 de la UNRC y cuando
salíamos de esos anfiteatros atestados, luego de haber repasado por
silogismos o teoremas, los mirábamos con cierta extrañeza pero en mi
caso también había admiración. ¡Había que pasarse todas esas horas
dándole al metegol!
Ni
qué decir de los grupos que se formaban (eso que hablo desde una carrera
más individualista, pero bastaba ver alrededor para notarlo) la
cantidad de amistades, parejas, amantes y otras yerbas que se han ido
formando en ese transcurrir me parece inobjetable, innegable,
irreducible. Claramente a la universidad se va a mucho más que estudiar.
¡Cuántos habrán ido para tener la tarjeta de descuento estudiantil y no
se perdían una peña!
Ahora
bien, cuando hablamos de hacer política, hay un lugar común de
reducirlo aún más a la política partidaria y aún más a un puñados de
estereotipos. Los "crónicos" que no se reciben para seguir prendidos en
algún cargo estudiantil, los "zurdos", los "peronchos", los "chetos" de
la Franja, etc. Todo es reducido a una estructura inobjetable, se encaja
en alguno de ellos a la fuerza y encima, como si no fueran suficientes
las diferencias entre ellos, se los mete a todos en la misma bolsa
porque "solo vienen a hacer política".
"A la universidad se va a estudiar".
Yo
también fui a la universidad con esa idea y me llevé un sorpresón y una
de las mayores satisfacciones de mi vida al descubrir lo equivocado que
estaba. Que luego de vagar por las aulas, de padecer hasta lo indecible
los trastornos cotidianos de no tener ni el aula donde cursar, de
padecer con algunos profesores que bochaban alumnos porque "iban a ser
competencia", de sufrir a título personal para tener un lugar donde
parar peleando dos años seguidos por la cama en las famosas residencias
estudiantiles, iba a descubrir que me la había pasado haciendo política,
todo el tiempo. Pero primero iba a ser uno de los privilegiados
estudiantes que iban a protagonizar las tomas del 2001 cuando López
Murphy decidió aplicar un recorte económico ortodoxo y en la praxis iba a
VIVENCIAR LA POLÍTICA. De allí a la militancia el camino se había
allanado, como un nuevo mundo por descubrir.
Esa
no fue la última vez que los estudiantes pudieron vivenciar lo que
significa hacer política de una manera contundente, abrupta y sin
preámbulos como un verdadero golpe de knock-out, de esos que te
desacomoda las estructuras y te permite visualizar más allá del sentido
común, del stato quo, te anima a romper con lo masivo, lo "de todo el
mundo". Por eso celebro esta provocación, porque sigue demostrando que
aún en los estratos donde supuestamente se deberían cuestionar más y
romper con el sentido común, esa lógica sigue imperando y manejando los
dominios hasta de esa parte tan importante de nuestra intelectualidad
como son los integrantes de las universidades.
Como
cierre, debo decir que verdaderamente debo agradeder a ese periodo
militante porque en mi actual trabajo me resulta más útil que casi todo
lo que estudié en mi carrera de computación (de la cual saco muchas
cosas útiles, ojo) porque como primera medida representa una ruptura con
esa burbuja que es la vida universitaria y un acercamiento a la
cotidianeidad más allá de las aulas.
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