Me hago una pausa entre el trabajo de instalación de un termotanque solar para reflexionar sobre nuestra realidad social. El trabajo, cuando es significativo, es extenuante pero a la vez vigorizante con el descanso adecuado.
Creo que aún estamos en una fase atrasada socialmente, donde todavía reina el misticismo y el pensamiento mágico incluso en la política.
Aquí se ríen del fundamentalismo islámico pero no se dan cuenta que apenas estamos a un par de peldaños, sumidos entre el tribalismo, el cinismo y el nihilismo.
El peronismo, al igual que el radicalismo y todas las anteriores vertientes que lograron popularidad, se basa en una doctrina religiosa, se volvió un culto al igual que los demás y hasta tiene su propia liturgia, nada nuevo puede ofrecer. Tal es así que tanto el PRO como LLA están hechos a partir de él, existe en función del peronismo y reproducen sus mismos rituales, son más de lo mismo.
Lo que nadie se atreve a decir es que la sociedad argentina entró en una fase de putrefacción donde quienes más participan activamente son cada vez más pelotudos. Es la lógica tribal del rebaño, hasta para rebelarse son rebaño.
Los argentinos pagamos un precio carísimo por nuestra soberbia, por bancar al canchero, al piola, al chorro de guantes blancos. Por creernos dueños de la verdad revelada y después ver cómo nuestro ídolo nos traiciona. En ese momento, muy violento, en el que te sentís un estúpido, en vez de reconocerlo y reaccionar críticamente, decidís "hacerte el boludo", "fingir demencia", redoblando la apuesta.
El argentino o la argentina no es una persona más estúpida que el resto, elige el camino de la necedad idiota.
La culpa no es de los políticos, jueces o empresarios, menos aún los pobres, los jubilados, las mujeres, comunidad LGBT+, discapacitados o con capacidades especiales, no.
Es de gente común que elige tercamente seguir insistiendo con algo que es mentira para no reconocer que se equivocó, que lo engañaron como a un chico, que en definitiva es un boludo o boluda más.
Eso es precisamente la debilidad principal de nuestra idiosincrasia que vienen explotando sistemáticamente desde antes que fuéramos Argentina.
Argentina, insisto, es el producto de una derrota.
Nos vendieron un cuento chino, o mejor dicho de Bartolomé Mitre, de los supuestos revisionistas, de todos los que no anuncian claramente lo que pasó.
Es decir, nuestro problema nada tiene de novedoso, simplemente en cada gran cambio social se potencia, en este último caso por la irrupción vertiginosa del fenómeno de las redes sociales en nuestra vida. Los algoritmos pueden explotar mucho mejor aquí nuestras debilidades, fíjense que no tiene el mismo impacto en comunidades con otra idiosincrasia.
Si tuviéramos un poco de humildad reconoceríamos que las mayorías se equivocan y feo, y que siempre hay grupos o personas destacadas, una suerte de vanguardia que nos puede orientar, más nunca arrastrar como ganado al matadero como lo hacen aquí.
En mis 45 años, que son pocos, ya me tocó ver repetir ciclos y viejos errores, no puedo creer que haya jóvenes apoyando la ideas nefastas de Milei, son de un conservadurismo más rancio y nauseabundo, más propias de viejos decrépitos fachos que de pibes en plena vitalidad, es todo un síntoma de podredumbre.
Aquí se volvió todo de manual, nunca pensé ver reflejados en nuestra realidad los análisis de Karl Marx, Gramsci, Rosa Luxemburgo, Lenin y hasta Trotsky o Stalin. El colonialismo en pleno siglo XXI, este intento de tecnocracia capitalista, como bien lo describe Yanis Varoufakis, está revitalizando y resignificando la tradición de lucha de clase obrera. Aquí en Argentina la necedad y la soberbia de las mayorías sigue relegándolas, pero no por mucho tiempo más. Cuando las condiciones materiales pesen sobre esas mayorías, cuando los jóvenes descubran cuál es el destino que les depara este capitalismo, la esclavitud encubierta, no pocos se verán forzados a luchar por su subsistencia.
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