Vivimos en la era de la información, de grandes avances científicos y tecnológicos. Sin embargo, atravesamos una pandemia que incluye desinformación (noticias falsas o tergiversadas, teorías conspiranoicas, hipótesis falaces disparatadas disfrazadas de verdades o simples mentiras repetidas lo suficiente) pensamiento mágico, misticismo y y organizaciones coercitivas con mucho poder.
Aunque parezcan fenómenos actuales, en realidad son parte de un proceso que lleva décadas en curso. Lo que sucede es que en décadas anteriores tenían una repercusión marginal y en la última década, mediante las redes sociales, lograron explotar las debilidades de una sociedad que ya venía descomponiéndose durante la pandemia del Covid-19.
Prueba de ello lo encontramos en lo que advertían grandes personalidades cientificas décadas atrás. Por ejemplo, les comparto una cita de Carl Sagan que bien podría hacerla hoy:
"Hemos dispuesto las cosas de manera tal que casi nadie entienda ciencia y tecnología. Esta es una receta para el desastre. Puede que zafemos por un tiempo, pero tarde o temprano está mezcla combustible de ignorancia y poder va a explotarnos en la cara."
Para quien no lo conozca, Carl Sagan fue un gran divulgador científico y humanista de EEUU quien alertó sobre muchos de los problemas que hoy padecemos y al igual que otros notables de la época no fue tenido en cuenta.
Incluso demostró el absurdo del gasto militar frente a una amenaza mínima (que efectivamente nunca se concretó) frente a otras como la pobreza estructural o el cambio climático (que finalmente sí resultaron en serios problemas) y chocó contra posturas doctrinarias cerradas, religiosas que sostienen, combinado con el consumismo capitalista, este culto de la ignorancia que tanto daño hace en la actualidad, con personajes como Milei o Trump como estandarte.
¿Por qué ciertas personas se ven atraídas a caer en las trampas tendidas por los trolls, haters e influencers que promueven esta pandemia de ignorancia?
El mismo Carl Sagan nos da una excelente pista:
"La verdad puede ser desconcertante. Puede costarnos trabajo lidiar con ella. Puede ser contraintuitiva. Puede contradecir prejuicios profundamente arraigados. Puede no estar en consonancia con lo que desesperadamente queremos que sea verdad. Pero nuestras preferencias no determinan lo que es verdad."
La verdad no se ajusta a las preferencias de nadie y peor aún, en la práctica es incognoscible para nuestra mente humana. A lo más que podemos aspirar es a un acercamiento, a adquirir una noción, como un vistazo. Pero la ciencia nos ayuda en orientar, apuntar hacia la dirección correcta, no es poca cosa.
Para aquellos ávidos de certezas absolutas la ciencia y su epistemología subyacente no les alcanza. Por eso aparecen al auxilio la filosofía y la religión. La filosofía puede ayudarnos a orientarnos mejor, pero también puede despistar nos si no tenemos cuidado en cómo abordarla. Dada su inherente exigencia y dificultad, es más cómodo y más fácil caer en las religiones, que al menos proponen respuestas para todo. Allí cabría cuestionarse el rol que desempeñan la filosofía o la religión. En palabras del propio Carl Sagan:
"¿Qué es lo que realmente queremos de la filosofía y de la religión?
¿Paliativos? ¿Terapia? ¿Consuelo?
¿Queremos fábulas tranquilizadoras o una comprensión de nuestras circunstancias reales?
La consternación de que el Universo no se ajuste a nuestras preferencias parece infantil. Se podría pensar que a los adultos les daría vergüenza publicar esos pensamientos. La forma moderna de hacer esto no es culpar al Universo, lo que parece verdaderamente inútil, sino más bien culpar a los medios por los cuales conocemos el Universo, es decir, a la ciencia."
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