Aún está fresco el intento de magnicidio en la Argentina y pese a que los medios corporativos intentan dar vuelta la página el entramado colaborativo que plantearon va cayendo destrozado por las pruebas. Lo mismo sucede en el juicio de vialidad contra Cristina Fernández, lo cual no es una mera casualidad. Cada vez estamos más cerca de poder relacionar ese intento de asesinarla con lo que está sucediendo con la acusación contra Cristina. Quienes no caemos en la trampa planteada desde esos medios y la farsa montada por el fiscal Luciani. Hoy ya puedo mencionarlo así luego de que lo desmontara desde el alegato el abogado de la propia vicepresidenta pero que antes lo habían hecho los abogados de los demás acusados.
¿Acaso no es absurdo intentar asesinar a Cristina justo cuando podía ir a la cárcel?
Claro que si el juicio es un montaje burdo, un verdadero circo, incluso desde los promotores intelectuales de este montaje hay una conciencia de su carácter efímero. Tiene un efecto muy corto. No hay duda que surtió efecto, hay una efervecencia de un sector que ha caído en la trampa fascista que la coloca a Cristina como el chivo expiatorio, pero al caerse el montaje del fiscal Luciani y quedar demolido y en evidencia, es cuestión de poco tiempo para que Cristina sea sobreseída, algo que es como una crónica anunciada. Saben que Cristina no va a ser condenada. Se trata de socavar su imagen, de hacerla blanco del odio social. Pero la línea judicial se agota y ya no da más beneficios, con lo cual desde ese sector se fogonea la línea dura que planea atacar violentamente y jugarse hasta las últimas consecuencias.
Al fallar la táctica judicial, ante la falta de otra táctica lícita, se habilita la táctica terrorista al habilitar la vía violenta.
Desde abril y mayo el aparato mediático (incluyendo redes sociales) se focaliza en fomentar discursos de odio, de difundir ideas y actos terroristas disfrazados de manifestaciones en nombre de la libertad de expresión. La marcha de las antorchas, las bolsas mortuorias y el ataque violento a funcionarios van de la mano del continuo hostigamiento hacia Cristina y hacia el sector denostado como "choriplanero", para el cual se llega a "pedir bala". Pero además hay una planificación y por ende una financiación de esos actos que van a preparar el escenario para desembocar finalmente en el asesinato de Cristina. La justicia está investigando justamente esa línea de la financiación donde van a aparecer involucrados actores políticos de la oposición más violenta.
El escenario de una guerra civil si mataban a Cristina es exagerado, pero nada desubicado. La realidad es que si llegaban a salirse con la suya con la impunidad que caracteriza al poder real, hoy estaríamos en un caos general pero que hubiera exhacerbado los ánimos de la grieta y polarizado aún más a la mayoría de la sociedad. Nos llevaría a una escalada de violencia que, aunque lejos de una guerra civil, nos dejaría al borde de la salida violenta, de facto que busca precisamente el sector más violento de la oposición. El impacto económico que genera incluso un hecho así provoca mayor inestabilidad y una prematura salida del gobierno o un desgaste y ruptura con respecto a las salidas democráticas. Eso es muy serio, muy grave, ya que rompe con el carácter republicano, es decir, institucional, algo que en los tiempos que corren equivale casi a volver a los gobiernos de facto.
En síntesis, el sector más reaccionario de la oligarquía argentina sigue apostando por las dictaduras o los gobiernos ANTIDEMOCRÁTICOS y ANTIREPUBLICANOS.
Un delirio feudal más propio de lo peor de la Edad Media.
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