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Cómo cambiar el foco hacia la derecha nos llevó hacia este intento de magnicidio y qué podemos hacer para salir del espiral de violencia

 Hablar de discursos de odio horas después de un intento de magnicidio no alcanza a explicar lo que viene sucediendo, así como el simple hecho de hacer justicia no alcanza como respuesta a lo que sucedió.

Comprender la magnitud de un hecho nos lleva a ver no sólo lo pragmático, el intento de matar a una persona, sino a interpretar lo que todo esta circunstancia representa. Magnicidio porque se trata de uno de los cargos más importantes en la organización política de un país, pero además con una trayectoria aún más importante: Cristina Fernández no es una simple advenediza de la política sino que tiene una trayectoria de décadas y viene de ser dos periodos presidente de la Argentina y de dirigir un movimiento político popular de los más importantes en las últimas décadas.

Pero además el contexto en el cual sucede añade aún más dramatismo: el desarrollo de un juicio en su contra que podría, en teoría, enviarla a la cárcel.

Pensar, por ejemplo, que se pudo cuidar del perpretrador para garantizar la justicia y tener mayores oportunidades de esclarecer los hechos, cuando en realidad la misma Cristina merece al menos el mismo cuidado por las mismas razones pero además porque en las últimas semanas  viene siendo objeto de ataques que ya cruzaban los límites y que debieron encender alguna alarma en su propio entorno y por supuesto en el poder Judicial que también está en la mira y que es el primer responsable de cuidarla como acusada. 

Por eso, todo este hecho pone en tela de juicio a todo el sistema judicial, político, mediático, pero también es una muestra de lo que se está promoviendo en la sociedad y los peligros que esto conlleva.

El papel de integrantes del poder judicial, políticos, periodistas, medios y demás influencers es crucial para entender cómo llegamos a un hecho semejante. La profunda crisis social por sí sola no explica lo que nos sucede, pues nuestra sociedad viene soportando incluso desde la vuelta de la democracia continuos golpes y crisis que recae especialmente sobre los sectores más vulnerables. 

Asistimos a un momento donde vemos un gobierno que intenta por todos los medios (válidos dentro del capitalismo) luchar contra una inflación y una manipulación del cambio con respecto al dólar que fracasa una y otra vez. Donde los sectores más concentrados del mercado se benefician con la coyuntura internacional y sin embargo ni el mismo Estado puede tocar esas ganancias. Vivimos claramente, en la práctica, en una dictadura del mercado. Hay que decirlo de una buena vez, pues ni la Justicia, ni los gobiernos y en principio ni los movimientos sociales pueden plantársele para lograr torcer este destino de desigualdad donde se amplía cada vez más la brecha entre ricos y pobres. 

La violencia, entonces, no solamente está presente en esos discursos de odio, tampoco se reduce a otros discursos aparentenmente más democráticos que terminan fomentando el odio. Está presente en el despliegue de un arsenal de recursos que buscan perpetuar en el poder real a lo que llamamos genéricamente el mercado. Cuando ese mercado no encuentra representantes dentro del propio sistema que lo conformen, no duda en buscarlo entre los más siniestros: allí los tenemos a Biondini, Milei, (Alfredo) Olmedo y demás personajes nefastos que representan lo más antidemocrático y retrógrado de nuestra sociedad. 

Cuando una alianza mayoritaria, como Juntos por el Cambio o el Frente de Todos, prefiere enfocarse en este tipo de personajes para mostrarse como una opción superadora, no sólo comete una torpeza política sino que además los suma a la "arena política" como si se trataran de dignos adversarios políticos. De Juntos por el Cambio venimos viendo expresiones de los discursos de odio por parte de sus integrantes que debieron ser abordadas de otra manera hace tiempo (tal como se lo condenaba a D'Elía en su momento) lo cual exige de ese espacio algo que no creo que esté dispuesto a hacer, la expulsión de esos integrantes. Sin embargo, el Frente de Todos, justamente el espacio político que integra Cristina, no sólo es responsable de expresiones como las de D'Elía, sino que sistemáticamente promueve una agenda donde se confronta ya no con su némesis de la (falsa) grieta de JxC sino con esos personajes funestos que aprovechan la ocasión para promocionarse y difundir mejor sus mensajes de odio. 

Este hecho debe constituir un punto de inflexión en la estrategia política, en la cual se exceptúen esos sectores que difunden mensajes de odio de la agenda y de su difusión por todos los medios. Para ponerle una frase, "dime a quién eliges de adversario y te diré quién eres". 

Hay una larga tradición de violencia institucional amalgamada con lo peor del anticomunismo y los resabios de la última dictadura que vienen logrando con éxito un corrimiento del foco hacia la derecha desde la mismísima asunción de Kirchner allá por 2003, cuando los presentaban como "montoneros" o "zurdos". Ese corrimiento es el que deja fuera de foco a la izquierda, quien le disputa políticamente al kirchnerismo, pero habilita a los sectores de extrema derecha. Si consideramos el fenómeno de la "grieta", esta discurre entre un planteo algo más moderado del capitalismo (lo que habitualmente se ubica como centro derecha) expresado históricamente por el peronismo clásico y el kirchnerismo por un lado y  por otro lado un capitalismo más ortodoxo y conservador disfrazado de liberal (lo que sería la derecha clásica). 

Con este corrimiento continuo, fruto de un despliegue sin precedentes por todos los medios (en especial en las redes sociales) el poder real de esa dictadura de mercado ha conseguido posicionar a personajes siniestros como opción para buena parte de los argentinos, algo que hubiera sido impensable a priori en un país que llegó a realizar los juicios de  lesa humanidad contra la última dictadura y que parecía mostrar un avance en materia de derechos humanos. Todo esto fruto de un movimiento de masas que luchó durante décadas para lograr imponer en la agenda la importancia de llevarlo adelante. Con lo cual, vemos que el poder de influencia de esta dictadura del mercado es tan importante que logra hacer frente a movimientos socio-culturales que son la razón de ser de cualquier nación actual. 

Por eso es necesario redoblar nuestros esfuerzos contra esta dictadura de facto que ha logrado imponerse al margen de leyes y gobiernos y pretende manejar el país a su antojo como si de una republiqueta se tratase. La gravedad institucional trasciende entonces este hecho (el intento de magnicidio) ya de por sí muy grave y nos está alertando que, de no tomar medidas contundentes, van a ir por todo y pretender instalar un estado de excepción si fuese necesario para conseguir sus objetivos. Recordemos que al capitalismo no le interesa ni la democracia ni las personas, se basa en un sólo principio: obtener ganancias. Y quienes integran ese selecto grupo que maneja el mercado no tiene reparos a la hora de lograrlo.

Por si cabe alguna duda, en la actualidad la Argentina es el único país de Sudamérica donde la izquierda sigue siendo una expresión minoritaria y nunca llegó a ser gobierno, y de continuar con la actual escalada de violencia fomentada desde ese sector dominante al que llamo la "dictadura del mercado" puede terminar con gobiernos autoritarios como sucedió con Jair Bolsonaro en Brasil. Autor éste de calamidades tales como la deforestación masiva de la selva amazónica para favorecer a los productores agrícolas, persecusiones y asesinatos a líderes políticos, rifa de bienes estratégicos públicos y el empobrecimiento de la mayor parte de la población, por nombrar algunas de sus consecuencias. Si creemos ingenuamente que Mauricio Macri era una especie de equivalente a Bolsonaro, por ejemplo, no solo caemos en una mentira sino que seguimos fomentando ese corrimiento hacia la derecha y promovemos a personajes nefastos a ocupar los espacios de poder político desplazando a quienes representan los intereses de la clases populares, fomentamos la antipolítica y la violencia, que van necesariamente de la mano y nos privamos de alternativas que nos permitan encaminar a opciones superadoras.

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